Chocolates para la inclusión
Son las 8:30 a.m. y como cada mañana, Marlen Sánchez, profesora de educación especial, alista la cocina para impartir su taller de chocolatería.
Marlen ha tenido muchas oportunidades en Tiquiyapa, una ciudad intermedia en constante crecimiento en la región central de Bolivia. Sin embargo, como muchas mujeres en Latino América y el Caribe, también ha experimentado desafíos económicos y sociales importantes. Estos desafíos impactan a la vez la vida de otras poblaciones vulnerables, como lo son aquellas personas con alguna discapacidad.
Gracias a sus experiencias, Marlen se siente motivada para brindar a sus alumnos la mejor educación posible y prepararlos para enfrentar el futuro. De allí, nace la iniciativa de producir chocolate bajo la lógica de Economía Social y Solidaria, que prioriza la satisfacción de las necesidades de las personas por encima del lucro.
Los talleres comenzaron en 2017 para enseñar matemáticas y lengua a jóvenes de entre 15 y 22 años, y se convirtieron en una iniciativa sostenible que facilita el aprendizaje mutuo y ayuda a reducir las desigualdades en la población.
Un día típico en el taller
Las actividades en el taller comienzan generalmente en la mañana, cuando los jóvenes llegan a su escuela, la Unidad Educativa Jesús Maestro.
Hoy, Estela Soles, una de las estudiantes del centro, cumple años y prepara unas ricas brochetas de chocolate con quinua inflada. Generalmente ella y su amiga Ester salen a venderlas en el recreo, de dos en dos para que se ayuden la una a la otra, pero hoy, aunque es un secreto, cuenta que las que sobren las aprovechará para endulzar y celebrar su decimosexto aniversario.
Otro estudiante, José Antonio Núñez, elabora unas brochetas de piña. A diferencia de sus compañeras, José lleva los chocolates al nuevo puesto de venta que han adquirido, ya que se siente más seguro lejos de posibles balones desviados de la cancha de fútbol.
Jose tiene 22 años y participa en el taller desde sus comienzos. Gracias a su esfuerzo por querer seguir aprendiendo, hoy se siente orgulloso de trabajar cada tarde en una panadería de Tiquipaya. Lleva unos pocos meses y de momento ya hace alguna que otra masita, aunque principalmente ayuda a repartir pedidos.
“Con el dinero que he ganado de vender chocolates he comprado utensilios para seguir elaborando y seguir aprendiendo” — Jose.
En la clase también hay otro joven, el más joven de todos, Axel Daniel, quien, gracias a su enorme sonrisa y sus grandes habilidades en las matemáticas, es un gran comerciante y colabora con todos sus compañeros en la venta de los productos.
“Yo no hago chocolates, pero les ayudo a vender a todos” — Alex Daniel.
Axel es otro ejemplo de cómo el taller contribuye al intercambio de conocimientos y el crecimiento profesional y personal. Él sueña con trabajar en aviación, pero no porque le apasione volar, sino porque quiere “vender muchos pasajes de avión”. El taller le permite adquirir nuevas habilidades para ser comerciante.
Aunque es un integrante importante del grupo, Axel es en realidad parte del taller de cartonaje, en donde se producen las cajas para vender los chocolates.
Este es el primer año del taller de cartonaje y, sin embargo, los dos grupos ya han trabajado en conjunto para ofrecer un buen producto final con alto valor social. Por ejemplo, este año en el Día de la Madre, mientras unos hacían envoltorios, otros preparaban el contenido.
La promesa de inclusión para el futuro
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Bolivia, trabaja en asociación con la Cooperación Italiana (AICS) junto a Comune di Foligno y FELCOS para mejorar las condiciones y habilidades de estos jóvenes con discapacidad intelectual. Juntos, buscan crear una imagen de marca y construir un nuevo módulo para que el taller sea sostenible y continúe brindando a los jóvenes mayor independencia mientras avanzan hacia un desarrollo inclusivo y equitativo.
“Son jóvenes en situación de discapacidad, pero eso no quita que sean personas independientes, ahora y en un futuro” dice Marlen, quien recuerda cómo eran sus estudiantes hace cuatro años y admira el gran progreso que han logrado. Sus ojos reflejan orgullo, sin embargo, el camino sigue para ellos.
Sea cual sea el futuro, sus conocimientos y experiencias les permitirán estar más preparados para enfrentarlo.
Esta iniciativa ha sido posible gracias al apoyo de la Cooperación Italiana (AICS) junto a Comune di Foligno, Fondo di Enti Locali per la Cooperazione decentrata e lo Sviluppo umano sostenible (FELCOS) y el Gobierno Autónomo Municipal de Tiquipaya y Sacaba.
Texto: Julen Redondo del PNUD Bolivia y María Susana Grasso, pasante de comunicación digital del PNUD Nueva York.
Fotos: PNUD Bolivia/Julen Redondo