Cuando las crisis de salud se superponen
Burundi se enfrenta a la malaria, la COVID-19 y el ébola
“Nunca había estado así de enferma”, dijo Suavis Ndayiziga.
“Pasé tres días sin saber dónde estaba. Si tienes síntomas de malaria, debes recibir tratamiento lo más rápido posible”.
La malaria es una de las principales causas de muerte en Burundi. En el primer trimestre de 2019, los casos de malaria aumentaron en un 59% en comparación con el mismo período del año anterior. Durante los primeros seis meses del año, se registraron 4,7 millones de casos, lo que representa casi la mitad de la población. A pesar de esto, la tasa de mortalidad se redujo a la mitad gracias a los programas de preparación y tratamiento a gran escala.
En 2020, los equipos de salud han pasado meses trabajando para garantizar que el país esté nuevamente preparado. Gracias al gobierno de Burundi, el PNUD, el Fondo Mundial para combatir el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria (el Fondo Mundial), UNICEF y USAID, se han distribuido más de 6,8 millones de mosquiteros. Las clínicas móviles están listas para desplegarse en comunidades remotas y la fumigación en interiores se ha enfocado en nueve de los distritos más afectados.
Pero además, han surgido nuevas crisis de salud. En agosto de 2019, el brote de ébola en la República Democrática del Congo, que se ha cobrado 3.456 vidas, se extendió a la provincia de Kivu del Sur, en la frontera con Burundi. Se estableció rápidamente un centro nacional de crisis de salud dentro del Ministerio de Salud de Burundi, con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el PNUD y el Fondo Mundial. A pesar de los temores de que un brote podría abrumar el frágil sistema de salud de Burundi y descarrilar el control de la malaria, la contención parece estar funcionando.
Luego, el 31 de marzo, Burundi confirmó sus primeros casos de COVID-19.
Luchar en todos los frentes
COVID-19 amenaza con obstaculizar la respuesta a la malaria de muchas maneras. Ambas enfermedades tienen síntomas similares, lo que podría llevar a un diagnóstico erróneo. Un gran aumento en el número de personas que buscan atención médica dará como resultado la escasez de pruebas, camas de hospital y medicamentos. Y los cierres podrían ser un obstáculo para que los voluntarios de salud de la comunidad realicen controles de la malaria vitales.
“Las lecciones del Ébola son relevantes en este contexto, específicamente el efecto disruptivo en la prestación de otros servicios de salud esenciales que condujo a un aumento masivo de muertes relacionadas con la malaria en algunos países”, dijo el Dr. Bouzid, Coordinador del Proyecto del Fondo Mundial del PNUD en Burundi.
“En consecuencia, la OMS está instando a los países a garantizar la continuidad de los servicios contra la malaria, para salvar vidas y ayudar a reducir la presión sobre los sistemas de salud que cuentan con pocos recursos. Pero la seguridad de los trabajadores de la salud es primordial, por lo que estamos trabajando continuamente para garantizar que tengan el equipo que necesitan para continuar llevando a cabo actividades de control de la malaria que salvan vidas ”.
La vigilancia es clave
Contener la propagación potencialmente rápida de COVID-19 es una prioridad urgente. Ampliar los programas de salud, ayudar a los gobiernos a comprar insumos y garantizar las cadenas de suministro debe hacerse mediante el desarrollo de la capacidad nacional y la innovación, y el uso de los sistemas existentes donde sea posible. El PNUD, con financiamiento del Fondo Mundial, ha estado apoyando al Ministerio de Salud en Burundi desde 2017. Este conocimiento del contexto del país es imprescindible, ya que el panorama de la salud está en constante evolución.
El cambio climático es un aspecto a tener en cuenta en esta situación cambiante. Con un paisaje montañoso, la malaria en Burundi se ve agravada por los cambios en el clima, porque los mosquitos están alcanzando altitudes cada vez más elevadas.
“Antes, no sabía nada sobre la malaria”, dijo Jacqueline Ngirukwigira, que vive en lo alto de la Colina Ngaara, una comunidad que anteriormente no se había visto afectada por la malaria. “Pero me dolía la cabeza, estaba temblando y no tenía apetito”.
Contrarrestar los efectos del cambio climático ha significado distribuir mosquiteros en comunidades más altas y montañosas, y luchar contra las formas cada vez más resistentes de malaria que requieren el uso de insecticidas diferentes.
“Ahora sabemos que debes tomar la precaución de dormir debajo de un mosquitero impregnado”, dijo Pélagie Nzikobanyanka. Como agricultora en una colina con cinco hijos, Pélagie formó parte de las comunidades seleccionadas durante las distribuciones recientes de mosquiteros.
“También debes limpiar tu casa y cerrar las ventanas por la noche para evitar que los mosquitos entren”.
El apoyo para fortalecer las cadenas de adquisición y suministro también ha asegurado que los medicamentos y las pruebas estén disponibles incluso en las comunidades remotas. Cientos de trabajadores de salud comunitarios están desempeñando un papel vital: llevar a cabo pruebas de diagnóstico rápido, proporcionar terapia combinada basada en artemisinina y cuidar a los afectados.
“En mi comunidad, el impacto de mi trabajo es muy evidente: los niños son tratados a tiempo y ha reducido significativamente el número de niños que mueren de malaria”, dijo Fidel Havyarimana, un agricultor en la comuna de Kiganda, que se ha desempeñado como trabajador de la salud por casi ocho años.
La extensión geográfica de la enfermedad se monitorea cuidadosamente. Un número creciente de agricultores del campo, principalmente mujeres, tienen que mudarse a la capital para trabajar y luego viajar a casa los fines de semana. Esto significa que la malaria se está extendiendo por todo el país.
“Los tiempos cambian”, dijo Fidel. “Los campos de arroz y los humedales de nuestra región significan que tenemos muchos casos de malaria. El cambio climático es otro factor”.
Para Fidel, la devastación causada por la malaria se manifiesta de muchas maneras.
“Causa pobreza porque las personas tienen que gastar mucho dinero en tratamiento y ya no pueden trabajar. Pero, sobre todo, lo peor de la malaria es que muchas personas mueren si no reciben un tratamiento adecuado”.
Invertir en salud
La infraestructura de salud mejorada desarrollada como parte de la respuesta a la malaria y el Ébola y el aumento de las inversiones en equipos médicos, significa que Burundi está mejor preparada para responder a nuevos brotes de enfermedades como COVID-19. Este trabajo se ha llevado a cabo en estrecha coordinación con las entidades nacionales para garantizar la sostenibilidad, lo que significa que puede beneficiar a las comunidades ahora y en el futuro.
El centro nacional de crisis de salud, desarrollado durante el brote de Ébola, es ahora la base para la respuesta a COVID-19 del país, totalmente equipado con 200 teléfonos inteligentes y computadoras portátiles. Las bombas compradas para la fumigación de malaria en interiores pueden reutilizarse para la descontaminación médica. El PNUD también ha estado apoyando el desarrollo de una aplicación móvil que ahora se utilizará para rastrear los casos de COVID-19.
La escala de la COVID-19 no debe subestimarse. Burundi tiene solo un laboratorio para pruebas biomoleculares, necesarias tanto para la malaria como para COVID-19, con una capacidad de 200 pruebas diarias. El PNUD y el Fondo Mundial continúan trabajando en estrecha colaboración con el gobierno para desarrollar formas de aumentar las capacidades de prueba, usando equipamiento ya existente para otras enfermedades.
“Responder simultáneamente a algunas de las crisis de salud más grandes que el mundo haya enfrentado nunca es una tarea fácil y requiere mucho tiempo, coordinación y recursos. El apoyo para fortalecer los sistemas de salud de Burundi está en marcha, pero este importante trabajo deberá continuar durante muchos años”, dijo el Dr. Bouzid.
En línea con el Plan Estratégico 2018–2021 del PNUD y su Estrategia de VIH, Salud y Desarrollo, el PNUD se asocia con el Fondo Mundial, los gobiernos y la sociedad civil para apoyar y fortalecer las respuestas nacionales multisectoriales a la malaria, proporcionando apoyo a las políticas integradas, programas y desarrollo de capacidades. Hasta la fecha, esto ha resultado en el tratamiento exitoso de 79 millones de casos de malaria y la distribución de 75 millones de mosquiteros.
Fotos: PNUD Burundi/Fleury Kid Ineza