En Bolivia, las comunidades siguen en pie de lucha contra la malaria

ONU Desarrollo
6 min readApr 22, 2022

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Los voluntarios de la comunidad garantizan que el diagnóstico y el tratamiento de la malaria permanezcan disponibles en áreas remotas, incluso durante la COVID-19. Foto: PNUD Bolivia / Miguel Samper

Aidel Montero está en primera línea, protegiendo a su comunidad de la malaria (o paludismo) durante la COVID-19. Tiene 29 años y vive en El Turi, una pequeña comunidad no muy lejos de El Sena, Pando, el municipio que se ha visto más afectado por malaria en la región amazónica de Bolivia.

Allí apenas hay unas cuantas casas, dispersas a lo largo de la orilla del río que es el epicentro de la vida de la comunidad. La casa de Aidel, estratégicamente ubicada justo en medio, sirve como punto de diagnóstico no solo para esta comunidad sino para las comunidades vecinas.

Voluntarios, como Aidel Montero, visitan a los vecinos casa por casa para ofrecer información sobre la prevención y el tratamiento de la malaria. Su trabajo ha ayudado a mantener bajo el número de casos. Fotos: PNUD Bolivia

En 2017 Aidel fue seleccionada por su comunidad para servir como voluntaria y ella aceptó de inmediato. Completó la capacitación para realizar pruebas rápidas de paludismo e incluso para tratar cualquier caso confirmado que pudiera surgir en la comunidad.

En los últimos años se han registrado importantes avances contra la malaria a nivel global, una de las enfermedades infecciosas que más muertes ocasiona en el mundo. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 ha revertido gran parte del progreso logrado.

La malaria es endémica en áreas remotas de la región amazónica de Bolivia, donde el acceso a suministros y servicios médicos son desafiantes. Foto: PNUD Bolivia / Miguel Samper

Según el último Informe Mundial sobre el Paludismo (en inglés) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que en 2020 se produjeron 241 millones de casos de malaria y 627.000 muertes por la enfermedad a nivel mundial. Esas cifras representan alrededor de 14 millones de casos más respecto al año anterior y 69.000 muertes más. Cerca de dos tercios de las muertes adicionales (47.000) fueron producto de interrupciones en la provisión de servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento de la malaria durante la COVID-19.

El Día Mundial del Paludismo es un recordatorio de los esfuerzos e inversiones que se necesitan en todos los niveles para construir sistemas de salud resilientes y sostenibles. Ello incluye lazos comunitarios robustos, esenciales para la magnitud de preparación y respuesta que se precisa ante una pandemia.

Los voluntarios de la comunidad cuentan con el apoyo de equipos móviles médicos. Los autos y las motocicletas permiten llegar a las zonas más remotas. Fotos: PNUD Bolivia y PNUD Bolivia / Miguel Samper (centro)

Bolivia es uno de los países en los que la pandemia puso en peligro los avances registrados en los últimos años. La malaria es endémica en zonas remotas de la región amazónica de Bolivia, donde las comunidades están aisladas y el acceso a los suministros y servicios médicos es de por sí difícil en épocas normales. Cuando la COVID-19 se hizo patente, las medidas de aislamiento y las restricciones añadieron nuevos retos a los esfuerzos contra el paludismo. Afortunadamente, el Ministerio de Salud y sus socios pudieron apoyarse en las estructuras y redes existentes para mantener los servicios durante la pandemia y evitar más infecciones y muertes por malaria.

En asociación con El Fondo Mundial y el PNUD, 185 puntos de diagnóstico del paludismo con base comunitaria y dirigidos por voluntarios de las aldeas atienden a la población de la región amazónica de Bolivia, brindando acceso a servicios de atención sanitaria, incluso a las comunidades más aisladas. Los voluntarios de la comunidad reciben los suministros necesarios para controlar la enfermedad, además de apoyo técnico constante proporcionado por equipos ambulantes de profesionales médicos. Esto significa que las personas no tienen que viajar largos trayectos en busca de un diagnóstico de paludismo o de atención médica, que tienen acceso oportuno a servicios, pruebas y medicamentos, y que las posibilidades de detectar y tratar la enfermedad debidamente son mejores.

Durante la temporada de lluvias, los equipos móviles de salud que trabajan en los principales ríos de la Amazonía boliviana utilizan pequeños botes motorizados para atender áreas a las que no se puede llegar por tierra. Fotos: PNUD Bolivia y PNUD Bolivia / Miguel Samper

En un principio, Aidel se sentía muy nerviosa al hacer la punción dactilar que se necesita para la prueba. Con el tiempo adquirió experiencia y confianza, impulsada por una mayor capacidad para identificar casos de malaria y ayudar a los miembros de la comunidad. Si bien hasta la fecha no ha tenido que lidiar con ningún caso de paludismo P.Falciparum (el parásito más letal), está en capacidad de detectarlo y periódicamente actualiza sus conocimientos y los comparte con otros miembros de la comunidad.

“Voy casa por casa dando información porque la prevención es importante. Es por eso que en mi comunidad tenemos muy pocos casos”.
Aidel Montero, voluntaria comunitaria, comunidad de El Sena (Bolivia)

Los voluntarios de la comunidad también distribuyen mosquiteros a los residentes locales y trabajadores de temporales que llegan durante la época de cosecha de nueces del Brasil. Foto: PNUD Bolivia / Miguel Samper

La comunidad de Aidel también está cerca de la zona de recolección de nueces del Brasil. Cuando llega la época de cosecha, ve un flujo continuo de motocicletas y autos repletos de trabajadores estacionales que llegan a la zona. Vio en ello una oportunidad para llegar a más personas. Junto con otros miembros de la comunidad, estableció un “puesto de control” por el que cada persona que entra en la zona tiene que pasar y recibe un mosquitero y una tarjeta para registrar los resultados de las pruebas de malaria.

En Bolivia y en otras partes del mundo la pandemia de COVID-19 amenaza con descarrilar el progreso logrado en la lucha contra la malaria, una de las enfermedades infecciosas más mortales del mundo. Fotos: PNUD Bolivia / Miguel Samper

En el momento álgido de la pandemia de COVID-19, que azotó duramente a Bolivia, hubo muchos desafíos para garantizar que los suministros y la orientación necesarios siguieran llegando a los voluntarios de la comunidad. Sin embargo, gracias a su presencia en las comunidades, los voluntarios pudieron seguir atendiendo a las personas en las inmediaciones, al tiempo que redoblaban los esfuerzos de prevención y concientización para evitar un repunte en los casos de paludismo.

Al mismo tiempo, la distribución de mosquiteros no se ha interrumpido, con lo que se han repartido 81.727 a personas en zonas de riesgo de los 88.200 previstos inicialmente. Camiones y motocicletas adicionales para equipos móviles les permitieron seguir llegando a las zonas más remotas. Aunque el número de casos sospechosos de malaria examinados a través de los servicios comunitarios disminuyó de 11.539 en 2019 a 9.048 en 2020, las medidas de mitigación aseguraron la continuidad de los servicios de diagnóstico y tratamiento. En 2021, el número de casos comprobados en la comunidad aumentó a 14.847.

Cuando su comunidad la seleccionó para servir como voluntaria, Aidel aceptó de inmediato. Periódicamente, ella actualiza sus conocimientos y los comparte con otros miembros de la comunidad. Foto: PNUD Bolivia

Estos resultados ilustran la importancia de los sistemas comunitarios para la salud como columna vertebral de la respuesta al VIH, la tuberculosis y la malaria. Son un componente clave de sistemas sanitarios resilientes y sostenibles, y son fundamentales para la preparación y la respuesta ante una pandemia.

De conformidad con el Plan Estratégico del PNUD para 2022–2025 y su Estrategia sobre el VIH y la Salud 2022–2025 (en inglés): “Connecting the Dots: Towards a More Equitable, Healthier and Sustainable Future” (Conectando los puntos: en aras de un futuro más equitativo, saludable y sostenible), el PNUD se asocia con El Fondo Mundial, los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado para reforzar las respuestas nacionales multisectoriales al VIH, la tuberculosis y la malaria mediante un apoyo integrado de políticas, programas y desarrollo de capacidades.

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