Guardianes de la guara roja
La conservación y sostenibilidad de esta especie ha creado nuevas oportunidades de ingreso para familias indígenas hondureñas.
“Apu pauni”, guara roja en lengua miskitu
La guara roja (o “apu pauni”, en lengua miskitu) es el ave nacional de Honduras. Se dice que solía volar por los cielos de todo el territorio y que el canto acompañaba a los antiguos Mayas.
Hoy, se estima que la población silvestre más grande de guaras en el país se ubica en una zona de La Moskitia, específicamente entre los caseríos Mavita, Rus Rus, Wahabisban y Pranza, cuyas poblaciones en su mayoría son indígenas Miskitu.
La alta diversidad biológica en la zona despertó el interés de investigadores nacionales y extranjeros, además de la amenaza de extinción en la que se encuentran algunas especies como la guara roja y otros psitácidos (loros y pericos).
“Cuando venían los investigadores, se quedaban en nuestras casas. No teníamos nada que ofrecerles. Les dábamos de comer lo que teníamos y así nomás los atendíamos”, dice Santiago Lacuth, líder de la comunidad y coordinador del Centro de hospedaje y albergue científico.
Eso hasta que un grupo organizado de pobladores de la comunidad de Mavita, apoyados por un grupo de investigadores hondureños y extranjeros, construyeron un pequeño Centro de investigaciones y eco-albergue científico para recibir y dar facilidades a quienes venían a estudiar las aves. Luego, el proyecto “La Moskitia” implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por su sigla en inglés) contribuyó con el equipamiento del Centro y la habilitación de servicios de energía solar y agua.Ahora, los investigadores cuentan con las facilidades para continuar con su trabajo científico.
“Sin bosques no hay nada, no hay guaras. Las cuidamos y las liberamos…Nosotros estamos respetando el agua, los árboles para nosotros y para nuestros hijos” , dice Santiago Lacuth, líder de la comunidad y coordinador del Centro de investigaciones y eco-albergue.
La Moskitia es un territorio amplio con una gran riqueza de biodiversidad pero que enfrenta grandes desafíos: apropiación de tierras, gobernanza y generación de ingreso, y limitado acceso a servicios básicos como salud, educación, transporte y seguridad.
Por eso, emprendimientos -como el Centro de investigaciones y eco-albergue- generan oportunidades para los miembros de comunidades remotas ya que favorecen la conservación y sostenibilidad del medio ambiente y con ello, crean alternativas de ingreso.
La Asociación Comunitaria responsable de la iniciativa y del Centro, “Apu Prana” (“la belleza de las guara”, en lengua Miskitu), recibió capacitaciones en hospitalidad, eco-turismo y gestión de emprendimientos. Además, los miembros fortalecieron sus capacidades para apoyar y generar información científica, siendo ellos quienes asisten a los investigadores en la recolección de información.
Si bien en su mayoría los procesos de monitoreo de las guaras es realizado por los hombres, quienes se desplazan caminando hasta seis horas para internarse en el bosque hasta el límite de la comunidad, son las mujeres las responsables de atender a las aves en el Centro. Este además funciona como Centro de Rehabilitación de Guaras para darles alimentación y suministrar medicamentos, y recibir a los visitantes.
“Aquí llegan las guaras decomisadas, las que no tienen alas, las que están enfermas, incluso los polluelos. Nosotras hemos acompañado a los investigadores. Ayudamos a medir los polluelos, los pesamos, les ponemos el anillo [de identificación] y les damos los alimentos”, explica Dionisia Lacuth, miembro de la comunidad.
A su vez, el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD), implementado en Honduras por el Gobierno y el PNUD, apoyó esta iniciativa otorgando financiamiento para la conservación de las guaras y protección del territorio por medio de capacitaciones sobre el cuidado del medio ambiente, gestión de proyectos en turismo e infraestructura.
“Damos alimentación y el servicio de hospedaje. Somos alrededor de 10 a 12 mujeres quienes trabajamos. Nos rotamos cada vez, así todas trabajamos. Cobramos nuestro trabajo, otra parte va para cubrir gastos y otra parte queda en el fondo para ampliar y mejorar el Centro. El plan es ampliar de 4 a 6 más habitaciones” , cuenta Dionisia.
Desde 2012, el Centro ha cuidado y reinsertado al ecosistema alrededor de 70 aves. Y a la fecha, atiende un promedio de una a dos expediciones científicas cada trimestre. Son entre 10 a 12 mujeres quienes atienden a los visitantes, mientras que tanto hombres como mujeres ofrecen sus servicios de apoyo técnico para las expediciones científicas.
La comunidad ha sido galardonada internacionalmente por la Sociedad Mesoamericana para la Biología y la Conservación por su esfuerzo en la conservación de la biodiversidad Miskita, específicamente por la rehabilitación de las guaras y pericos, y por la armonía con la que conviven con la biodiversidad. Un esfuerzo que es compartido con orgullo por los miembros de la iniciativa.