COVID-19 es un doble golpe para quienes viven con el VIH

ONU Desarrollo
6 min readDec 1, 2020
Tatiana, de 45 años, es residente del refugio Ishenim Nuru para personas que viven con VIH, Bishkek, Kirguistán, noviembre de 2020.

En marzo de 2020, tan pronto como se detectaron los primeros casos de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en Kirguistán, se declaró el estado de emergencia y el país entró en un confinamiento.

Para las personas que viven con VIH o las poblaciones en riesgo de contraer la enfermedad, la pandemia planteó un nuevo desafío: cómo acceder a la atención médica esencial que necesitaban. Este también ha sido un desafío para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y sus socios que trabajan sobre el terreno.

“Hemos tenido que adaptar nuestro trabajo de diferentes maneras”, explica Inga Babicheva, directora del programa de salud del PNUD en Kirguistán. “Hemos tenido que innovar y pensar de manera creativa para asegurarnos de que los servicios se mantengan incluso cuando existe una pandemia y unas restricciones muy estrictas”.

Refugio frente la tormenta

Este verano, el PNUD reabrió dos refugios para personas que viven con VIH: uno en Biskek, la capital, y otro en Osh, la segunda ciudad más grande de Kirguistán, situada en el sur del país. Los refugios están pensados para ayudar a las personas en situaciones vitales difíciles que necesitan comenzar o continuar una terapia antirretrovírica (TAR) que salva vidas y volver a ponerse en pie.

Clientes en un albergue para personas con VIH. El título del libro dice: “¡La vida continúa!” Este verano, el PNUD reabrió dos refugios para personas que viven con VIH, uno en Bishkek, la capital, y otro en Osh, la segunda ciudad más grande de Kirguistán. Osh, Kirguistán, octubre de 2020.

“Proporcionamos alojamiento, comida y consultas de salud y psicológicas; ayudamos a los clientes a recibir documentos y ayuda social; y, cuando es necesario, los remitimos a los centros de salud”, comenta Sara, una trabajadora social de 53 años que trabaja en el refugio de Biskek. “Este lugar es como su hogar. Si no fuera por el refugio, estarían fuera en la calle”.

“Muchos pacientes no tienen documentos, por lo que debido a las restricciones de movilidad, no se les permitía acudir a los centros de salud. Teníamos que acompañarlos para asegurarnos de que pudieran recibir su tratamiento”, explica Yuri, otra trabajadora social del centro.

Sara, de 53 años, trabajadora social en el refugio Ishenim Nuru, tiende la ropa. “Brindamos alojamiento, alimentación, consultas de salud y psicológicas y ayudamos a los clientes a recibir documentos, ayuda social y enviarlos a las instalaciones de salud cuando sea necesario”, dice Sara.

Yuri afirma que incluso cuando los clientes seropositivos necesitaban internamiento, se encontraban con que la mayoría de los hospitales solo trataban a pacientes de COVID-19 y que los médicos no estaban disponibles.

Andrei es un varón de 45 años que reside en el centro y que vive con VIH desde hace más de 15 años. Él nos describe el estigma de vivir con VIH y la dificultad de recibir tratamiento.

“Me enteré de que era seropositivo en 2004. Durante algún tiempo, no tenía hogar, vivía en la calle. Muchas personas con estado serológico respecto del VIH no tienen un techo bajo el que resguardarse. Cuando tienes frío, bebes vodka para no congelarte y después no puedes tomar los antirretrovirales (ARV) ”.

Por suerte, Andrei encontró un sitio en el refugio.

Andrei, de 45 años, se aloja en el refugio Ishenim Nuru y vive con VIH desde hace más de 15 años, Bishkek, Kirguistán, noviembre de 2020.

“Gracias a esta organización, lo tengo todo. Antes nadie me escuchaba, nadie me ayudaba. Aquí nos alimentan y nos ayudan a conseguir documentos de identidad, ayudas gubernamentales, trabajo…”.

Andrei ya conoce los efectos que la COVID-19 puede tener en las personas vulnerables, puesto que él mismo la ha padecido.

“Ya he tenido la COVID-19, estuve en el hospital durante un mes. Vi cómo se moría la gente. Estaba con oxígeno, pero después mejoré”.

Sara explica que el refugio solo tiene sitio para 15 personas, pero que la demanda supera la capacidad. “No podemos rechazar a los clientes. Si es necesario, colocamos más colchones en el suelo”, dice.

Andrei, de 45 años, acaricia a un gato en el patio del refugio Ishenim Nuru. Andrei ya sabe los efectos que la COVID-19 puede tener en las personas vulnerables; él mismo los ha tenido. Bishkek, Kirguistán, noviembre de 2020.

“Para nosotros, lo más importante es asegurarnos de que tomen sus ARV sistemáticamente. Si no estamos seguros de que lo vayan a hacer, entonces podemos estar allí y animarlos a que los tomen”.

Pequeñas victorias

La finalidad de los confinamientos motivados por la COVID-19 era, evidentemente, salvar vidas y reducir la presión sobre los servicios de salud por medio de la reducción de las tasas de infección. Pero para quienes viven con el VIH/sida y otras enfermedades graves, era esencial que pudieran seguir recibiendo la atención médica que necesitaban.

Por ello, el PNUD y el Fondo Mundial respaldaron la creación de un servicio de consultas en línea para las personas que viven con el VIH y otros problemas de salud graves. El servicio también respalda a los trabajadores sanitarios y a los empleados de las organizaciones no gubernamentales (ONG) para ayudarles a lidiar con las condiciones de la pandemia.

Janyl, de 30 años, trabaja como médica especialista en línea.

“Comenzamos a poner en marcha este servicio en línea para mantener las distancias sociales y proteger a los clientes y trabajadores sanitarios de la COVID-19. Debido a la pandemia, no todos los pacientes pueden acudir al hospital para una consulta”.

Además de garantizar que el asesoramiento estuviera disponible de forma remota durante la pandemia, también se pusieron en marcha servicios móviles en forma de brigadas móviles, es decir, equipos de especialistas en salud que llevaban los servicios médicos a los domicilios de los pacientes que los necesitaban.

Janyl, de 30 años, es médico consultor en línea, Bishkek, Kirguistán, noviembre de 2020.

Ocho brigadas operan en diferentes partes del país e incluyen un profesional sanitario y un asesor homólogo.

“Si, por algún motivo, un cliente no puede venir, yo le llevo su tratamiento TAR”, comenta Aidana, asesora de igual a igual en la brigada móvil del Centro para el sida de Biskek.

Mira, una médica de 57 años que también trabaja en la brigada móvil, cuenta lo siguiente: “La semana pasada, visité a una madre que no se había tomado el tratamiento. Me dijo que su marido no sabía que ella tenía el VIH, así que esconde los medicamentos por todas partes y luego se olvida dónde los ha ocultado. Hoy ha venido al hospital con su hijo de siete meses para hacerle la prueba. Para mí, esa es una pequeña victoria”.

La sociedad civil a la cabeza de la lucha

Mira, de 57 años, es una médica que también trabaja en la brigada móvil. Bishkek, Kirguistán, noviembre de 2020.

Durante la pandemia, la sociedad civil y las ONG han desempeñado un papel fundamental a la hora de adaptar las actividades relacionadas con el VIH al nuevo contexto. Las actividades respaldadas por las ONG han incluido la entrega de alimentos a los refugios donde se alojan las poblaciones vulnerables, el apoyo durante la realización de autopruebas asistidas de VIH y la facilitación de conjuntos de servicios, que incluyen artículos como preservativos y jeringas limpias, a grupos de población clave.

Amir, coordinador de proyectos de Kyrgyz Indigo, una ONG que trabaja con el PNUD en su programa de prevención y pruebas rápidas del VIH, afirma lo siguiente: “La COVID-19 nos obligó a reflexionar sobre nuestro trabajo y a construir un nuevo sistema desde cero. Es importante que nuestros servicios no sufran interrupciones. Por ejemplo, si nuestros clientes no tienen preservativos, aumentará el riesgo de que se produzcan comportamientos peligrosos y de transmisión del VIH. Y como las personas que viven con el VIH tienen un sistema inmunitario debilitado, también son más vulnerables a la COVID-19”.

Según el Fondo Mundial, un organismo que invierte más de 4.000 millones de dólares al año en la lucha contra el VIH, la tuberculosis y el paludismo en más de 100 países, la pandemia de COVID-19 amenaza con revertir muchos de los avances logrados en la lucha contra el VIH en años anteriores. Para garantizar que esto no suceda, será fundamental encontrar nuevas formas de trabajar mientras continúa la pandemia.

Mira, derecha, una doctora móvil, camina con un colega para visitar a pacientes con VIH, Bishkek, Kirguistán, noviembre de 2020.

En consonancia con el Plan Estratégico del PNUD 2018–2021 y su Estrategia de sida, Salud y Desarrollo 2016–2021: Conectando los Puntos, el PNUD se asocia con el Fondo Mundial, los gobiernos y la sociedad civil para apoyar y fortalecer las respuestas nacionales multisectoriales al sida, la tuberculosis y paludismo, proporcionando apoyo integrado de políticas, programas y desarrollo de capacidades.

Fotos: PNUD Kirguistán/Dmitry Motinov

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