Dulces sueños hechos de abejas

ONU Desarrollo
5 min readAug 18, 2020

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Lo que comenzó como un amor de adolescente por las abejas se ha convertido en el trabajo de toda una vida. Después de terminar la secundaria, Javier y su hermano Minor compraron los primeros enjambres para comenzar la cría de abejas en casa.

Cuando Javier Rojas era adolescente aprovechaba todos los momentos libres en la escuela para ir a ver las abejas. A solo 50 metros de su clase se encontraban las colmenas de la Escuela Agrícola Ricardo Castro en Orotina, Costa Rica, donde la apicultura era parte del currículo de los estudiantes.

“Las abejas entonces eran muy dóciles. Hacíamos competencias para ver quién soportaba más picaduras”, cuenta.

Lo que comenzó como un amor de adolescente por las abejas se ha convertido en el trabajo de toda una vida. Después de terminar la secundaria, Javier y su hermano Minor compraron los primeros enjambres para comenzar la cría de abejas en casa. Las trajeron a la casa en bolsas de arpillera. Comenzaron con ocho colmenas que hoy se han convertido en 100. Javier dedica la mitad para polinizar melones y a veces café, y la otra mitad son para producir miel.

En un buen año produce entre 1.000 y 1.250 kilos de miel. Cada colmena tiene entre 80.000 y 100.000 abejas. Javier ya se acostumbró a que le piquen y dice que ahora ni siente las picaduras.

Lo que sí le duele es ver cómo, año a año, en las tierras cerca de su casa, la cantidad de árboles y plantas que proveen el néctar que necesitan las abejas para producir miel está disminuyendo.

No es solo el problema de Javier: los cambios en el uso de la tierra, el mayor uso de productos químicos y el cambio climático afectan las abejas y su productividad.

A Javier le duele ver cómo, año tras año, en los terrenos cercanos a su casa, se van perdiendo la cantidad de árboles y plantas que les proporcionan el néctar que las abejas necesitan para producir su miel.

“Costa Rica exportaba miel a los Estados Unidos y a Europa entre 1918 y 1984. Era miel de la mejor calidad y muy apreciada en esos mercados. Hoy nuestra producción no alcanza para cubrir el mercado nacional. Con raras excepciones, la producción anual promedio del país es de solo 18 kilos por colmena. Para garantizar unas condiciones de vida decente cada apicultor debe obtener por lo menos 40 kilos por colmena”, dice Juan Bautista Alvarado, Presidente de la Cámara Nacional de Apicultura.

Según Alvarado, esta situación hace que los apicultores sean “héroes y heroínas”. En Costa Rica hay entre 1.000 y 1.500 personas que cuidan y explotan entre 50.000 y 70.000 colmenas. El consumo nacional de miel se encuentra en unas 1.200 toneladas por año, lo que supera en mucho la producción local.

La Universidad Nacional de Costa Rica estima que el 65% de las plantas del planeta requieren polinización, y entre los más importantes polinizadores se encuentran las abejas. Las cosechas de melones, sandías, aguacates, tomate, café, papaya, cítricos, moras, fresas y chayote contribuyen US$250 millones a la economía anual del país, y las abejas son cruciales para esas cosechas.

En un buen año Javier produce entre 1.000 y 1.250 kilos de miel.

El Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) e implementado por el PNUD apoya a los apicultores que trabajan en las cuencas de los ríos Jesús María y Barranca, que son las dos cuencas más degradadas del país, en la región del Pacífico Central de Costa Rica.

En 2017, la Asociación de Apicultores Unidos del Pacífico (APIPAC) presentó un ambicioso proyecto al PPD y a su socio estratégico, la Comisión Asesora sobre Degradación de Tierras (CADETI), para la capacitación en apicultura, que resultó en mejoras genéticas para los enjambres. El Programa también brindó dinero para comprar equipos y azúcar.

Construyó dos unidades móviles de extracción de miel, cada una valorada en US$14.000. Estas unidades han generado mejoras en la eficiencia del proceso de extracción de miel y mayores controles sanitarios. APIPAC agrupa a 24 apicultores de San Mateo, Orotina y Esparza que entre ellos tienen 1.106 colmenas. Gracias a estas unidades, la miel ahora está más homogeneizada, es de mejor calidad y tiene menos impurezas, y cuenta con la aprobación del Servicio Nacional de Sanidad Animal (SENASA), lo cual es fundamental para que la miel se comercialice legalmente.

Javier dedica la mitad de sus abejas a contratarlas como servicio de polinización de melones, y en ocasiones de café. La otra mitad está destinada a la producción de miel.

“Estamos orgullosos de apoyar este programa insignia y dedicamos todos nuestros esfuerzos a continuar apoyando a organizaciones comunitarias productivas”, dice el Representante Residente del PNUD en Costa Rica, José Vicente Troya Rodríguez.

Rojas dice que tenía muchas limitaciones para llevar a cabo su pasión por la apicultura. Si un traje protector se rompía, lo tenía que arreglar porque para comprar otro tenía que viajar a San José o Alajuela y no siempre tenía el dinero.

En la actualidad puede hacer uso de un fondo rotatorio para comprar los suministros al costo.

“Recientemente compramos azúcar. Pedí unas bolsas de azúcar para trabajar hasta mediados de agosto. La Asociación nos ofreció el azúcar y nos permitió pagarla hasta abril del año que viene sin interés alguno”, dijo.

Estos acuerdos y cursos de formación permiten a Rojas dejar tiempo y recursos para criar mejores abejas reinas para sus colmenas, porque esas son las más caras.

“Si una abeja reina es pura, cuesta entre 100 y 150 dólares americanos. Antes criaba abejas reina de manera natural, pero ahora lo hacemos artificialmente con mejores técnicas: sacamos los huevos y los transferimos a recipientes específicos, donde les podemos dar las condiciones ideales”, dice.

Rojas dice que solía tener limitaciones considerables para desarrollar su pasión por la apicultura. Si un traje de protección se rompía, tenía que arreglarlo porque comprar otro significaba que tenía que viajar a San José o Alajuela, y no siempre tenía el dinero.

Historia: Rodolfo González Ulloa. Fotos: Priscilla Mora Flores. Editores: Charles Dixon e Ingrid Hernández Sánchez/PNUD Costa Rica

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