¿Por qué los peces no regresan?
Por Mark Kurlansky
Mark Kurlansky es un periodista de renombre mundial, autor y ganador del Premio James Beard. Ha publicado 31 libros en veinticinco idiomas, principalmente sobre antropología culinaria y sostenibilidad alimentaria. Está escribiendo dos libros, el primero sobre el salmón y el segundo es “Sin insectos”, un relato para adultos jóvenes sobre la crisis que plantea la desaparición de los insectos.
Sostenible es una palabra cada vez más complicada. A mediados de la década de 1960, cuando era un niño que trabajaba en barcos de pesca comercial en Nueva Inglaterra, los pescadores hablaban constantemente sobre el problema de la sobrepesca. Estuvieron entre los primeros en plantear el tema. Pero se quejaban principalmente de los extranjeros en sus aguas, especialmente los rusos y los japoneses. Después de que la mayoría de los países declararon zonas de exclusión de 200 millas en la década de 1970, el problema de la sobrepesca de extranjeros se resolvió. Luego vino un problema peor: la sobrepesca de pescadores locales.
Para ser claros, el problema de la sobrepesca no es un fracaso de los pescadores, es un fracaso del gobierno. Los pescadores pescan y los gobiernos regulan. La administración ha sido tan defectuosa que los pescadores han evaluado la posibilidad de regularse a sí mismos, lo cual es una posibilidad interesante, pero la supervisión aún sería necesaria.
En 1994, cuando colapsó la pesca más importante del mundo históricamente, la del bacalao en el norte de los Grandes Bancos de Canadá, el gobierno comenzó a tomar en serio la gestión de la pesca, al menos en el hemisferio norte. La explotación de los países del sur y la devastación de aquellas aguas, previamente poco usadas para la pesca, se convirtieron en un gran clásico problema colonial.
Pero en el norte, particularmente en América del Norte y Europa, la pesca se volvió estrictamente regulada. Uno podría imaginar que los peces están regresando. Pero esto no ha sucedido. Ha resultado ser mucho más complicado de lo que se pensaba originalmente. Simplemente ordenar a los pescadores que saquen menos peces se convirtió en una política inútil que obliga a los pescadores a deshacerse de sus capturas. Luego vinieron esfuerzos reducidos, limitar el número de días en el mar, el tamaño de las redes, el poder de los motores. Cerrar algunos caladeros por varios años. A veces, el uso de una combinación de estos resultó ser lo más exitoso.
Ha habido algunas victorias y algunas mejoras. Se ha dicho que el bacalao ha vuelto a ser abundante en las orillas del Mar del Norte. Pero cuando se observan los números reales, aunque han aumentado, aún están en niveles que alguna vez se consideraron desastrosos, ni cerca de los que alguna vez se consideraron normales. Es un problema que los biólogos llaman “líneas de base cambiantes”. Nos acostumbramos a números tan bajos que las mejoras que están muy por debajo de lo que antes se consideraba saludable son aclamadas como un éxito. Estamos llegando a un punto en el que pocas personas recuerdan lo que alguna vez fue, por lo que los objetivos se oscurecen.
Pero ¿por qué las poblaciones de peces que han sido estrictamente reguladas no han regresado a sus niveles históricos? Uno de los ejemplos más dramáticos es el salmón del Atlántico, de los cuales solo quedan alrededor de 1,5 millones en el mundo. La pesca comercial de esta especie se ha detenido casi por completo. Y, sin embargo, continúan desapareciendo. Grandes poblaciones de smolt (o salmón joven) van al mar y, sin embargo, el porcentaje de retornos disminuye cada año.
Hemos llegado a un punto en el que una pesquería que podría salvarse simplemente por una buena gestión sería extremadamente afortunada. El océano maltratado está teniendo dificultades para sobrevivir.
Primero, hay contaminación, incluidos los hidrocarburos filtrados por una industria petrolera no regulada. El océano abunda en metales pesados y PCB, muchos de los cuales se acumulan en las regiones árticas que son vitales para la comida de la que dependen los peces. Más de 12 millones de toneladas de plásticos ingresan al océano cada año y no se descompondrán por siglos. Pero sí se descomponen en pequeños pedacitos que son consumidos por los peces.
El problema número uno que impide que las pesquerías alcancen poblaciones saludables y sostenibles es el cambio climático. El dióxido de carbono, la principal causa del cambio climático, es absorbido por el agua. Alrededor de un tercio del CO2 en el aire es absorbido por el mar, donde produce una reacción química que hace que el agua sea más ácida. Específicamente, esto causa un aumento en los iones de hidrógeno y una disminución en el carbonato. La falta de iones de carbonato disminuye la capacidad de crecimiento de los mariscos, el coral y ciertos plánctones. Estos son alimento importante para los peces que el océano ya no produce. La falta de carbonato también disminuye la capacidad de los peces para detectar depredadores, lo que altera el equilibrio de las especies.
Esta acidificación se está produciendo no solo en todos los océanos del mundo, sino también en los ríos y sus estuarios. Esto significa que los peces anádromos, que se reproducen y crecen en agua dulce, pero viven en el mar — como el salmón, la lubina rayada, el esturión, el sábalo, el arenque del río y la lamprea marina — están todos en problemas.
El dióxido de carbono también está causando un calentamiento del aire y el agua. Este es un problema para un pez como el salmón que requiere de agua fría. Pero este calentamiento también está causando que el hielo se derrita y el agua de mar sea menos salada. Pescados como el salmón y el bacalao, que toman nota de la temperatura y la salinidad para las distintas etapas de su ciclo de vida, incluyendo cuándo engendrar, se están confundiendo.
El cambio climático está cambiando rápidamente el Atlántico Norte. Está disminuyendo el capelán y el zooplancton, alimento vital para especies más grandes como el bacalao y el salmón. Estas especies más grandes carecen de proteínas y, a veces, no tienen la fuerza para sobrevivir.
Si bien nos gusta enfocarnos en los excesos de los pescadores comerciales, muchas cosas que hacemos, desde conducir autos hasta beber de botellas de plástico, ponen en peligro a los peces. Tenemos muchas tareas, además de la gestión de la pesca, que debemos adoptar si queremos tener puna esca sostenible. Y en la red interconectada de la vida, las pesca sostenible son imprescindible para la supervivencia del planeta.
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