Sanar y nutrir con la naturaleza

ONU Desarrollo
5 min readAug 14, 2019

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En Guatemala, las comunidades se adaptan al cambio climático mediante el cultivo de especies nativas.

El cultivo de hongos tipo ostra es una alternativa segura para producir alimentos y generar un ingreso. © PNUD Guatemala

Inundaciones, sequías, fuertes tormentas, temperaturas extremas. Si bien el cambio climático afecta a todas las personas, tiene un gran impacto en las 2600 millones que dependen de la agricultura para subsistir.

Al basarse, en gran medida, en la agricultura como fuente de ingreso, Guatemala es también susceptible a los vaivenes del clima. Además, la vulnerabilidad se acrecienta debido a la falta de viviendas adecuadas, la deforestación, la degradación del suelo y el agua y los altos niveles de desnutrición del país: uno de cada dos niños sufre de malnutrición. Dentro de las comunidades más afectadas se encuentran los pueblos indígenas, quienes representan hasta un 60% de la población, y viven en su mayoría en áreas rurales.

Para estar mejor preparadas frente a los cambiantes fenómenos meteorológicos, las comunidades están implementando distintas estrategias que les ayudan a reducir los riesgos, como la pérdida de cultivos y la escasez de alimentos.

El Centro de Aprendizaje para el Desarrollo Rural (CADER) brinda asistencia técnica para implementar prácticas de adaptación al cambio climático, como parte del Proyecto de Integración de la Agricultura en los Planes Nacionales de Adaptación (NAP-Ag, por sus siglas en inglés)*, con apoyo del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA) de Guatemala. El centro provee capital semilla, asistencia técnica y fortalecimiento de capacidades a las mujeres locales.

Las agricultoras de Balanyá han aprendido nuevas técnicas y trabajan en equipo en cada paso de la producción de hongos. © PNUD Guatemala

En Santa Cruz Balanyá, a 50 kms al oeste de la capital Ciudad de Guatemala, un grupo de agricultoras cultiva, desde 2008, diversos productos como arvejas, habichuelas, calabacín y güicoy. Sin embargo, los riesgos de pérdida de cosechas debido a cambio climático son cada vez mayores. Para adaptarse a este escenario, ellas encontraron en el cultivo de hongos tipo ostra una alternativa segura para producir alimentos y generar un ingreso.

El cultivo de hongos requiere habilidades y conocimientos técnicos diferentes a los utilizados en los cultivos de plantas tradicionales. Parte del proceso se desarrolla en bodegas especialmente acondicionadas, sin depender de la humedad, las lluvias o la temperatura exterior.

Las agricultoras de Balanyá han aprendido nuevas técnicas y trabajan en equipo en cada paso de la producción de hongos. © PNUD Guatemala

Las agricultoras de Balanyá han aprendido nuevas técnicas y trabajan en equipo en cada paso de la producción, desde la siembra, el control cuidadoso de la humedad y la temperatura y, luego de aproximadamente 35 días, la cosecha y la venta a la comunidad.

“Ese es nuestro objetivo, llevar el hongo como un alimento nutritivo para nuestras familias”, dice María Elena Juárez, promotora del CADER y presidenta de la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Balanyá.

Plantas que curan

En Guatemala, abordar la escasez de alimentos en las comunidades rurales e indígenas es esencial para disminuir la desnutrición infantil.

La comunidad indígena El Tarral, en el municipio de Guanagazapa del departamento de Escuintla, ubicado al sur del país, agrupa a familias de 122 hogares, donde cada una mantiene un huerto familiar. Sus habitantes poseen una amplia tradición en el uso de plantas nutricionales y medicinales para la cura de distintas enfermedades.

El PNUD y el Gobierno local brindan asistencia técnica para la implementación de estos huertos como medida de adaptación al cambio climático, combatir el hambre y disminuir la desnutrición infantil.

Cesilia Morales Ramírez y otras mujeres han aprendido de sus abuelas los valores nutricionales y las propiedades medicinales de cada cultivo, y utilizan este conocimiento para cuidar de toda la comunidad.

© PNUD Guatemala

“Nosotras somos mujeres indígenas que solo usamos plantas medicinales para eliminar enfermedades, porque nos enseñaron nuestros antepasados, nuestros abuelos. Entonces ellas solo se curaban con plantas medicinales. Esta cultura todavía la tenemos, y esa cultura no la podemos perder”, dice Cesilia, quien, junto a su comunidad, ha recibido apoyo y capacitación para sembrar y conservar los cultivos autóctonos, más resilientes a los efectos del cambio climático.

“Nadie de nosotros va a al hospital, entonces aquí tenemos plantas que nos ayudan bastante”, asegura. Hierbas como el quilete y el q´ixtán tienen vitaminas y mejoran la vista y los huesos, respectivamente, explica Cesilia. Otras especies nativas como la papaya, cacao, canela, banano, albahaca, menta y limón también se cultivan en los huertos familiares. Asimismo, el algodón se cosecha y procesa en la comunidad, y se guarda para hacer curaciones.

“El jengibre nosotros lo utilizamos para el calambre. Se cuece cinco minutos y se toma el líquido o el caldo que uno había cocido y la raíz también se come así cruda. La sábila [aloe vera] sirve para la fiebre, para quemadura, para dolor de cabeza”, explica. La comunidad ha ido cultivando las plantas con base en sus conocimientos ancestrales, y ha introducido nuevas especies para enriquecer los huertos.

El conocimiento ancestral, combinado con la asistencia técnica del Gobierno, contribuye con la adaptación al cambio climático de las comunidades, reduciendo el hambre y la desnutrición crónica infantil.

(*) El NAP-Ag es un programa financiado por el Gobierno de Alemania e implementado por el PNUD y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para asistir al Gobierno de Guatemala y a otros 10 países de África, Asia y Latinoamérica en el diseño e integración de medidas de adaptación al cambio climático.

Historia del PNUD Guatemala, por Daniela Peris, pasante de comunicación digital del PNUD Nueva York. Fotos: PNUD Guatemala

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